jueves, 29 de septiembre de 2011
Ya estoy allá. Duermo en un colchón de aire. El frío pasa a mi espalda a través del aire atrapado en el plástico (mis plumas, necesito mis plumas).
Descanso en un duro sofá azul marino.
Uso una toalla como mesa de picnic sobre la alfombra.
Ya estoy allá, pero no aguanto y me regreso. Cómo me gusta la tierra, la mugre, el pinche desmadre callejero lleno de gente bronca y bruta, el hambre con que los señores destrozan sus taquitos que escurren salsa verde en los puestitos de la línea.
Pues claro ¿cómo no?
Tan estoy allá, que me doy una vuelta a la biblioteca, me recuerdo ahí a los veinte años, revisando libros subversivos y novelas cochinas. Saco tarjeta. Me llevo las balas de plata de don Élmer y la muerte de un instalador nomás porque es first novel. Antes de irme sonrío frente a un libro del Willy y me pregunto qué pasaría si me lo robo. Me llevo también a la dirty Havana, nomás pa ver cómo está la traducción y para prestarsela a uno que pierde la paciencia cuando lee en español. En el sofá descubro que no es tan mala, pero hay verbos que nomás no pasan (ni al inglés ni al español norteño). No me diga usted que templar no es bonito.
Al regreso de la escuela Ninis platica algo que leyó en clase:
It's not the same when you say:
Let's eat grandma.
than when you say:
Lets eat, grandma.
Al final dice: Today we learned that punctuation can save lives.
Con mi pequeño botín de libros y algunos panes más ligera, cruzo la línea hacia el sur 17 minutos antes de que se cumplan 24 horas de que abandoné mi carro en el estacionamiento de Tijuana. Pienso: Ya estoy allá, pero sigo aquí. No me voy porque sé que cuando lo haga me va a ser cada vez más difícil regresar a mi casa sola con la perra sola, con los tomates arrugaditos en la mesa, con la cama deshecha, silenciosa, llena de plumas.
Descanso en un duro sofá azul marino.
Uso una toalla como mesa de picnic sobre la alfombra.
Ya estoy allá, pero no aguanto y me regreso. Cómo me gusta la tierra, la mugre, el pinche desmadre callejero lleno de gente bronca y bruta, el hambre con que los señores destrozan sus taquitos que escurren salsa verde en los puestitos de la línea.
Pues claro ¿cómo no?
Tan estoy allá, que me doy una vuelta a la biblioteca, me recuerdo ahí a los veinte años, revisando libros subversivos y novelas cochinas. Saco tarjeta. Me llevo las balas de plata de don Élmer y la muerte de un instalador nomás porque es first novel. Antes de irme sonrío frente a un libro del Willy y me pregunto qué pasaría si me lo robo. Me llevo también a la dirty Havana, nomás pa ver cómo está la traducción y para prestarsela a uno que pierde la paciencia cuando lee en español. En el sofá descubro que no es tan mala, pero hay verbos que nomás no pasan (ni al inglés ni al español norteño). No me diga usted que templar no es bonito.
Al regreso de la escuela Ninis platica algo que leyó en clase:
It's not the same when you say:
Let's eat grandma.
than when you say:
Lets eat, grandma.
Al final dice: Today we learned that punctuation can save lives.
Con mi pequeño botín de libros y algunos panes más ligera, cruzo la línea hacia el sur 17 minutos antes de que se cumplan 24 horas de que abandoné mi carro en el estacionamiento de Tijuana. Pienso: Ya estoy allá, pero sigo aquí. No me voy porque sé que cuando lo haga me va a ser cada vez más difícil regresar a mi casa sola con la perra sola, con los tomates arrugaditos en la mesa, con la cama deshecha, silenciosa, llena de plumas.
martes, 27 de septiembre de 2011
Caminamos al lado de un estanque. Carpas al fondo, nenúfares a flote. Me preguntó si podía pensar en cinco objetos que tuvieran algún significado importante para mí. Lo pensé un poco. Al verne dudar me dijo:
--Bueno, dos.
Pensé en el Jojo y la japonesa de madera que me regaló hace muchos años en navidad. Uno. Luego pensé en los dientes de mi hija. Dos. Lo dije.
--Tengo los dientes de mi hija juntos en una lata. Cada que muda, el ratón le deja dinero y se lleva el diente. Yo lo guardo. Creo que los tengo todos.
Me respondió que guardar los dientes de alguien es algo muy creepy.
--Bueno, dos.
Pensé en el Jojo y la japonesa de madera que me regaló hace muchos años en navidad. Uno. Luego pensé en los dientes de mi hija. Dos. Lo dije.
--Tengo los dientes de mi hija juntos en una lata. Cada que muda, el ratón le deja dinero y se lleva el diente. Yo lo guardo. Creo que los tengo todos.
Me respondió que guardar los dientes de alguien es algo muy creepy.
lunes, 26 de septiembre de 2011
domingo, 25 de septiembre de 2011
dos bancos de madera
sal
chocolate Abuelita
un bote de basura blanco
una manta naranja
ligas negras
avena
chop sticks con florecitas
vino
una taza de corazones
dos vasos con ondas
tres platos azules
una esponja
pan
té de frambuesa
salsa en botella
una cafetera de metal
cubiertos
dos toallas
sábanas
una jarra pequeñita de acero que sólo sirve para calentar leche
mermelada de chabacano
un x-box
una lámpara de flores negras
una muñeca pelirroja
una muñeca morena de pelo largo y lacio
fideos
tijeras
salsa de tomate
focos pequeños
aderezo
jabón
una lata de sardinas
una aspiradora azul y negra
hojas de laurel
Artículos de contrabando que cruzan la frontera bajo una cajuela que no es mía mientras en la cama recibo la noticia: el abuelo ha muerto a cuatro meses de cumplir cien años. El abuelo tampoco es mío.
sal
chocolate Abuelita
un bote de basura blanco
una manta naranja
ligas negras
avena
chop sticks con florecitas
vino
una taza de corazones
dos vasos con ondas
tres platos azules
una esponja
pan
té de frambuesa
salsa en botella
una cafetera de metal
cubiertos
dos toallas
sábanas
una jarra pequeñita de acero que sólo sirve para calentar leche
mermelada de chabacano
un x-box
una lámpara de flores negras
una muñeca pelirroja
una muñeca morena de pelo largo y lacio
fideos
tijeras
salsa de tomate
focos pequeños
aderezo
jabón
una lata de sardinas
una aspiradora azul y negra
hojas de laurel
Artículos de contrabando que cruzan la frontera bajo una cajuela que no es mía mientras en la cama recibo la noticia: el abuelo ha muerto a cuatro meses de cumplir cien años. El abuelo tampoco es mío.
martes, 20 de septiembre de 2011
lunes, 19 de septiembre de 2011
Un momento para las bestias. Listo.
Un momento para la autodefinición:
Desde hace dos semanas vivo parcialmente separada de mi hija. Ella estudia Middle School en Estados Unidos, yo sigo en México sin un buen pretexto para seguir aquí. Lo único explicable es que me quedo en mi casa, en mi cama de sábanas rosas, tengo mi trabajo, mis mañas, mi perra (no me gustan los perros ¿sabe usted? pero la perra es de mi hija, y yo la cuido).
Mi hija y yo teníamos la costumbre de la compañía. Playa, cine, casa, trabajo, visita a casa de la abuela, ella a su videogame, yo a mi computadora, comer juntas, baño, cocina, mercado, alberca, baile tieso, música, regaño por el tiradero de su cuarto, juicios hacia mis costumbres:
--Tú en el trabajo estás siempre en la computadora y llegas a la casa a lo mismo, mamá ¿no te aburres?
La verdad es que es difícil romper con las costumbres y no me gustan los cambios. Pienso en las razones que me tienen aquí y no hay explicación. No me dan ganas de mudarme al gringo. Es todo.
Por ahora me entretengo en pequeñas misiones. La transición de exportarme incluye tediosas persecusiones burocráticas, como sacar una licencia de manejo en otro país. También es necesario comprar un carro de ese otro país y vender mi carro mexicano, tengo que buscar un lugar donde vivir, encontrar un trabajo gringo y dejar el que tengo, volver a la escuela, todo eso. Es horrible y a veces divertido.
En lo de los carros reviso suspensiones, motores, cuento cilindros, empaques, carrocería, aceites, calculo precios, tomo números de serie, leo títulos de propiedad, registros y manuales. Un vendedor me dijo que soy la primer mujer que conoce que revisa algo más que la tapicería y el vanity mirror. Le creo.
La verdad es que sólo busco entretenimiento, me hago tonta para no irme.
domingo, 11 de septiembre de 2011
Hace tiempo cada pequeña conicidencia era importante, mágica, digna de recordarse, grabarse, fotografiarse. Estos días todo es ordinario: un hombre corriendo en el techo de mi casa. Mi hija en otro país y yo en este, sola. Esperar en la frontera y encontrar a un viejo amigo, dar unos pasos y encontrar a otra amiga. Tener horribles nudos en la panza y rechazo al alcohol. Buscar apartamentos. Buscar carros. Sonreir ante el blackout y leer al lado de una vela siguiendo telefónicamente el pandemónium apocalíptico sandieguino. Pensar en lo desamparado y cómico que suena alguien diciendo:
--Nada funciona sin electricidad. Me quedé sin gasolina, tengo que colgar. Voy a empezar a caminar hacia el sur.
--Nada funciona sin electricidad. Me quedé sin gasolina, tengo que colgar. Voy a empezar a caminar hacia el sur.
sábado, 10 de septiembre de 2011
Sí, algo raro pasa:
He visto hasta tres partidos de futbol en un día: Liga Europea, Liga Mexicana y partidos internacionales.
En la carretera ya no sueño; ahora veo con detenimiento los carros. Calculo rendimientos de gasolina, imagino los espacios, hasta veo los rines y las llantas.
Sólo falta que me crezca la barba.
He visto hasta tres partidos de futbol en un día: Liga Europea, Liga Mexicana y partidos internacionales.
En la carretera ya no sueño; ahora veo con detenimiento los carros. Calculo rendimientos de gasolina, imagino los espacios, hasta veo los rines y las llantas.
Sólo falta que me crezca la barba.
viernes, 9 de septiembre de 2011
miércoles, 7 de septiembre de 2011
Sueño una frontera distinta.
Envío un mensaje de texto a la hermana de alguien. Espero en la banca frente a la cerca de metal de alguna escuela. Me voy.
Mi amiga, la que se cuelga el compromiso alrededor del cuello me busca, me dice que alguien y la hermana de alguien llegaron con ella.
Reviso mi teléfono, la respuesta al mensaje de texto es un cómic en tonos verdes, grises y ocres en el que una mujer de vestido corto y ajustado corre. En alguno de los últimos cuadros aparece un caballo negro.
Envío un mensaje de texto a la hermana de alguien. Espero en la banca frente a la cerca de metal de alguna escuela. Me voy.
Mi amiga, la que se cuelga el compromiso alrededor del cuello me busca, me dice que alguien y la hermana de alguien llegaron con ella.
Reviso mi teléfono, la respuesta al mensaje de texto es un cómic en tonos verdes, grises y ocres en el que una mujer de vestido corto y ajustado corre. En alguno de los últimos cuadros aparece un caballo negro.
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